Hace un tiempo, en otro lugar, se decía que hacer aflorar las huellas de uno de los creadores más notables del siglo pasado, no era una tarea fácil. Y que Jesús de la Sota, dibujante, pintor, fotógrafo, diseñador de objetos y de ambientes, parece que siempre quiso pasar desapercibido, no llamar la atención, en definitiva, difuminarse entre sus contemporáneos.
Hoy, cincuenta años después de la única muestra individual que realizó en vida, se inaugura la exposición Silencios y ritmos. Pinturas de Jesús de la Sota (1955-1961) en la galería José de la Mano, un merecido homenaje al trabajo constante e incansable de un autor que siempre se mantuvo en un discreto segundo plano. Desde allí no se obligó a encontrar soluciones espectaculares ni extraordinarias y, sin embargo, su obra demuestra una continua audacia y una modernidad todavía vigente.
En el catálogo de la muestra, Alina Navas afirma que Jesús fue siempre un pensador de espacios, un architetto mancato. Tanto en su colaboración con diversos arquitectos como en su propia obra fue capaz de demostrar que para hacer auténtica arquitectura moderna no era necesario poseer un título. Se puede construir con silencios.
Imagen: Pájaros de Jesús de la Sota (1957)