La Voz de Galicia publicó ayer una breve colaboración relacionada con el debate sobre el futuro de la Torre Montparnasse, cuestionado por Nathalie Kosciusko Morizet, una de las candidatas a la alcaldía de París. El texto se centra en el valor patrimonial de la arquitectura moderna y, en particular, de los edificios en altura:
París escogió la torre. A pesar de las críticas a su construcción, al finalizar la exposición universal de 1889, otras notables arquitecturas como la Galerie des Machines fueron relegadas a la piqueta. Pero el menhir de hierro construido por Eiffel prevaleció, levantándose como símbolo por encima de la ciudad e incluso de la nación. Son las singularidades del patrimonio, más aún del patrimonio moderno cuya proximidad hace más compleja su valoración y más difícil su conservación.
Icono de la modernidad y problema técnico y funcional de arquitectura, el edificio en altura fue desarrollado magistralmente por varios autores: Mies van der Rohe lo convirtió en su reto personal y permanente mientras Le Corbusier lo hizo manifiesto de su ciudad radiante, proponiéndolo reiteradamente para su París real.Emblema también del banal desarrollismo de nuestras ciudades, las torres fueron generalmente denostadas, criticándose por su ubicación en las proximidades de cascos históricos y por la destrucción de la silueta tradicional de las urbes. Pocas veces el debate fue más allá de la escala para llegar a sus valores arquitectónicos.
En Gran Bretaña se han demolido recientemente algunas torres de los años sesenta, dejando a la sociedad enfrentada por la idoneidad de la medida. El futuro de la Tour Montparnasse está ahora sobre la mesa de las candidatas a la alcaldía de París. La torre fue construida sobre una antigua estación; Kosciusko-Morizet presentaba hace pocos días una propuesta de reutilización de estaciones de metro abandonadas: son muestras de la complejidad del patrimonio moderno.
Imagen: Le Corbusier, Hotel y palacio de congresos sobre la estación d'Orsay, París (1961)