Esta semana he estado en las IX Jornadas de Patrimonio Industrial organizadas por INCUNA en la antigua Universidad Laboral de Gijón y dedicadas este año al Patrimonio y Arqueología de la Industria Cinematográfica. Uno de los temas de estudio fueron los paisajes industriales en el cine y, dentro de las sesiones de trabajo, he presentado la comunicación El paisaje post-industrial. Tres miradas complementarias: Tarkovski, Wenders y Lynch. Tres directores que trasladaron al cine ese paisaje, convirtiéndolo en un elemento central de sus narraciones y haciéndolo propio a través de sus diferentes visiones sobre el mismo. Tres miradas dónde el paisaje se hace lugar y protagonista de la historia. Lo que sigue es una parte de esa comunicación.
Del lienzo a la pantalla
“Mis primeras películas eran como cuadros, pero no estaban hechos con pinturas ni con lienzos, sino con una cámara; eran como imágenes pintadas que se prolongaban en el tiempo. Me inspiraban más los pintores que los cineastas”. Así explica David Lynch los inicios de su formación artística.
Los lienzos de los pintores de la industria como Sironi o Hopper encierran fragmentos narrativos: Aunque no está claro lo que sucede, sus paisajes poseen memoria e historia. Lynch reconocerá: “Edward Hopper me encanta, pero más para el cine que en pintura. En el momento que ves esos cuadros te pones a soñar.”
Y Wenders tiene en ese mismo pintor su referente: “Edward Hopper siempre parte de un lugar particular, incluso allí donde sus imágenes parecen abstractas y universales. […] Los cuadros de Hopper también son principios de historias. En la gasolinera del cuadro de Hopper pasa ahora mismo un coche con alguien al volante que tiene una herida de bala en el vientre. Son principios de películas.”
El paisaje post-industrial se puede definir desde la pintura como “…un lugar que es un poco intermedio. Es como un rincón perdido, oculto y sucio. Y a mi me encantan esos sitios. Se pueden descubrir secretos. Son pequeños lugares reales, pero no son obvios.”
Las periferias de las ciudades en las que vivieron Lynch y Wenders influirán notablemente en su obra. Lynch dirá sobre Filadelfia: “La zona tenía un gran ambiente: fábricas, humo, vías de tren, bares, los personajes más extraños y las noches más oscuras. La gente llevaba historias grabadas en sus caras y vi imágenes imborrables: cortinas de plástico sujetas con tiritas, ventanas rotas tapadas con trapos viejos”, mientras que Wenders compara Europa y Estados Unidos centrándose más en sus similitudes que en sus diferencias: “De vez en cuando topas con un oasis de civilización: una casa, una antigua carretera, una vieja vía de tren o, incluso, una gasolinera abandonada.” “Europa era mucho más extraña. Se podían sentir cosas en el ambiente. Y entonces parecía que se manifestaban cosas del siglo pasado.”
Se trata de un lugar común, global, indeterminado…: “Podría imaginarme muchos lugares en otras ciudades donde, si me llevaran con los ojos vendados, me quitasen la venda y me preguntaran: ¿Dónde estás?, necesitaría algún letrero o nombre de calle”. Sólo en algunos casos concretos de ciudades como Berlín, el lugar común se convierte en lugar con memoria: “En El Cielo sobre Berlin la ciudad se convierte en protagonista. Es decir, es la primera vez que la ciudad tiene una relación con la historia, tanto en el sentido del relato como el el sentido de historia de la ciudad. […] La ciudad de El Cielo sobre Berlín es un lugar con memoria.”
El cineasta… “¿No es pintor, narrador y fotógrafo al mismo tiempo? ¿Qué le hace a sus lugares? ¿Qué les da, que les quita? ¿Cómo se los devuelve?” En definitiva… ¿Qué queda del lugar en la imagen?.