Seis propuestas para la vivienda colectiva (I)

La vivienda y, especialmente la vivienda colectiva, es un producto esencialmente conservador, aún así, al producirse cambios en la sociedad, estos cambios infieren sobre su arquitectura, en algunas épocas de forma muy intensa. Basta comparar una vivienda de principios de siglo con otra construída cincuenta años después en cualquier ciudad europea. La industrialización, los cambios demográficos, económicos y sociales, hicieron variar notablemente una vivienda que se había mantenido prácticamente estable durante mucho tiempo.

Dice Juan Herreros que la vivienda es el asunto arquitectónico más sometido al proceso del perpetuo retorno. Cada cierto tiempo recupera su protagonismo en los debates que atraviesan el presente, generalmente tras un periodo de aletargamiento u olvido. Si hace aproxidamente un siglo, estos debates incidieron de una manera intensiva, revolucionando la forma y el fondo de la vivienda plurifamiliar, las experiencias posteriores a la modernidad han seguido una línea de continuidad que se extiende hasta nuestro presente, y por mucho que se quiera hablar de nuevas formas de habitar, motivadas por cambios en la estructura familiar, en la economía o en la técnica, por citar sólo algunos factores, estos cambios se resisten a pasar de la esfera del laboratorio arquitectónico a la esfera de la aceptación popular, como sucedió hace cien años.

¿Por qué sucede esto? Quizá deberíamos plantearnos si esos cambios que vemos tan drásticos, tan revolucionarios, lo son en realidad. Si son síntomas de nuevas realidades, o si son aspectos inherentes a una realidad ya consolidada, y que se puede afrontar con las mismas herramientas, o simplemente con pequeñas modificaciones de esas herramientas.

Antes de que terminara el siglo pasado, el escritor Ítalo Calvino, observando todos los cambios que había sufrido la literatura en el milenio que concluía (Desde el nacimiento del objeto que conocemos como libro hasta la puesta en cuestión de ese objeto y de la propia literatura en la sociedad postindustrial), dedicó unos escritos a algunos valores o cualidades que le eran especialmente atractivos, tratando de situarlos en la perspectiva del nuevo milenio. No se trataba de aventurar, si no de tener fe en el futuro desde la dinámica de la historia. Podemos retomar esos valores y trasladarlos a la arquitectura de la vivienda colectiva, para destacar algunos aspectos que parecen interesantes a la hora de enfrentarse al hecho proyectual. No pretende ser un discurso científico, ni siquiera con un orden cronológico o jerarquizado; se trata de una serie de reflexiones que, usando como guión el libro de Calvino, se pueden plantear.

1.LEVEDAD

Uno de los aspectos que introdujo la modernidad en la arquitectura de la vivienda es la flexibilidad de uso en los espacios que la componen, lo que podemos identificar con la levedad, puesto que la máxima flexibilidad se logra, en principio, por la cantidad de espacio disponible: es decir, levedad frente a rigidez de distribución y función.

Desde las casas de Mies en la Weissenhof de Sttutgart, quedó patente que un modo de conseguir flexibilidad espacial es la posibilidad de formalizar una gran cantidad de viviendas diferentes a partir de unos módulos estructurales idénticos. Ese planteamiento se percibe también en propuestas contemporáneas como las viviendas de Nouvel o Sarfati.

2. RAPIDEZ

Relacionado directamente con la flexibilidad está la variabilidad temporal de la vivienda, o modificar los espacios existentes de un modo cómodo y rápido. Las propuestas de Lacaton y Vassal o de Riegel y Riewe se sitúan en ese planteamiento, incluso interviniendo en viviendas existentes para mejorar su calidad espacial.

Otra opción de flexibilidad relativamente rápida es conseguir la definición espacial por medio de la ambigüedad. Lo que en principio puede parecer una contradicción es uno de los modos de ocupar la vivienda que más aceptación está teniendo, especialmente entre los jóvenes, en los últimos tiempos. Este planteamiento parte de que las piezas que componen una vivienda no poseen a priori una asignación de uso concreto, y están abiertas a todo tipo de interpretaciones: Una habitación puede ser dormitorio, sala de estar, comedor, despacho, etc… Lo que, como se comentó, está siendo una práctica habitual en gran parte de las viviendas actuales, puede emplearse como principio de proyecto, planteando una formalización sencilla y abierta que pueda desarrollarse en múltiples distribucciones completamente diferentes, como en las viviendas de Kuhn y Pffinner.

3. EXACTITUD

Posiblemente, las mayores modificaciones aceptadas popularmente en el diseño de las viviendas hayan sido las referentes a las instalaciones. La definición y normalización de los standares para cocinas y baños han sido asimilados globalmente sin ningún tipo de crítica. Frente al confort o la heterogeneidad se ha preferido la exactitud. Quizá esto viniera motivado por la pérdida de la cocina como el espacio central, de múltiples usos, hacia el fraccionamiento, la dispersión y la especialización de las partes.

La exactitud en el diseño de las instalaciones ha permitido planteamientos contemporáneos como los de Lion, Neutelings o Gansel, que ejemplifican esa pérdida de formalización de los espacios húmedos de la vivienda para convertirse en núcleos o bandas servidoras del resto de espacios.

Revolución 9

EVA NAVARRO, Paseo Azul (2004)

Dices que quieres una revolución: El escritor polaco Slawomir Mrozek (1930, Borcezin) estudió arquitectura e historia del arte y, antes de darse a conocer como escritor y dramaturgo, se dedicó al periodismo y al dibujo satírico. Su trayectoria vital y literaria se puede vincular a la obra de otros grandes escritores, músicos o cineastas polacos: lejana y doméstica, absurda y real, desconcertante pero extrañamente próxima. Se convierten en el espejo de la Polonia caótica, fragmentada por revoluciones y contrarrevoluciones. La obra de Mrozek se ha clasificado dentro del teatro del absurdo, distorsionando la realidad inmediata, haciendo pequeñas incursiones contra la retórica de lo sencillo, lo usual, lo evidente.
Curiosamente, nunca fué perseguido abiertamente por sus escritos, ya que su estilo era tan indirecto, tan sugerente y tan solapado que su indefinición no merecía ser motivo de castigo alguno. Escribió muchos relatos cortos, pero esa brevedad no evita que en ellos se construya -o destruya- todo un mundo.

Slawomir Mrozek - La Revolución

"En mi habitación la cama estaba aquí, el armario allá y en medio la mesa. Hasta que esto me aburrió. Puse entonces la cama allá y el armario aquí. Durante un tiempo me sentí animado por la novedad. Pero el aburrimiento acabó por volver. Llegué a la conclusión de que el origen del aburrimiento era la mesa, o mejor dicho, su situación central e inmutable. Trasladé la mesa allá y la cama en medio. El resultado fue inconformista. La novedad volvió a animarme, y mientras duró me conformé con la incomodidad inconformista que había causado. Pues sucedió que no podía dormir con la cara vuelta a la pared, lo que siempre había sido mi posición preferida. Pero al cabo de cierto tiempo, la novedad dejó de ser tal y no quedó más que la incomodidad. Así que puse la cama aquí y el armario en medio. Esta vez el cambio fue radical. Ya que un armario en medio de una habitación es más que inconformista. Es vanguardista. Pero al cabo de cierto tiempo… Ah, si no fuera por “ese cierto tiempo”. Para ser breve, el armario en medio también dejó de parecerme algo nuevo y extraordinario. Era necesario llevar a cabo una ruptura, tomar una decisión terminante. Si dentro de unos límites determinados no es posible ningún cambio verdadero, entonces hay que traspasar dichos límites. Cuando el inconformismo no es suficiente, cuando la vanguardia es ineficaz, hay que hacer una revolución. Decidí dormir en el armario. Cualquiera que haya intentado dormir en un armario, de pie, sabrá que semejante incomodidad no permite dormir en absoluto, por no hablar de la hinchazón de pies y de los dolores de columna. Sí, esa era la decisión correcta. Un éxito, una victoria total. Ya que esta vez, “cierto tiempo” también se mostró impotente. Al cabo de cierto tiempo, pues, no sólo no llegué a acostumbrarme al cambio -es decir, el cambio seguía siendo un cambio-, sino que al contrario, cada vez era más consciente de ese cambio, pues el dolor aumentaba a medida que pasaba el tiempo. De modo que todo habría ido perfectamente a no ser por mi capacidad de resistencia física, que resultó tener sus límites. Una noche no aguanté más. Salí del armario y me metí en la cama. Dormí tres días y tres noches de un tirón. Después puse el armario junto a la pared y la mesa en medio, porque el armario en medio me molestaba. Ahora la cama está de nuevo aquí, el armario allá y la mesa en medio. Y cuando me consume el aburrimiento, recuerdo los tiempos en que fui revolucionario..."