2006

Vibraciones | Ficciones urbanas | Asuntos en serie I | La traición de los museos | Wolfzeit | Requiem por Plutón | Asuntos en serie II | Coda | Shopping Trolley | Su mensaje es el silencio | 8 ferrados | Casas: un encuentro con lo cotidiano | ¡Cuidado! | Apuntes de viaje | Circo | Asuntos en Serie III | Carnaza | CITUR | e-Governance 2006 | Feliz 2007 | El cielo es el límite

2007

Intersecciones | La lección íntima de Roma | La metáfora corpórea | Sobre el vacío | Signatura I | La balsa de la Medusa | Paris, je t'aime | Signatura II | Dos observaciones de arquitectura (I) | Dos observaciones de arquitectura (II) | Signatura III | Comienzos | Un americano en París | Copiar y pegar | Ventana sobre la utopía | Setting Sun | Pulso | The Electrical Morning | Día del Blog 2007 | La tinaja | Little boxes | Las noches son más cortas si tienes Autocad | De mis ciudades | De campus y campanas | Café Morgana | Kluster | Rayos de luz | Katie | Lacis | Feliz 2008

2008

La luz a ti debida | Revolución 9 | Seis propuestas para la vivienda colectiva (I) | Seis propuestas para la vivienda colectiva (II) | A través del espejo | Desvío | La pérdida | Dos templos del nuevo milenio | Navegantes | Búsquedas | Susurros | Acorde

2009

Testigo | Formación | Congreso de Arquitectos de España 2009 | Pantallas | Leicester Square | El tiempo del libro | 1.Doc | Fin de curso | La Miniatura | Tres años | Tres miradas | La misma historia | Le Corbusier vuelve a la Escuela | La frontera perfecta | Drive-in Church | El color del cloro | La última belleza | Feliz Década

2010

Elogio a Helena | La caja | Selección | Viajes y viajeros | Final alternativo | Madrid revisitado | Un siglo aprendiendo de la casa Robie | José Antonio | Libros sobre libros | De la Sota | Un paseo imaginario por Oak Park | De París a Nueva York | Nostalgia | Abbey Road | Intervalo

2011

Modernidad | Kahn / Komendant | Boletín Académico | El catedrático | La tercera visión | Tres historias útiles | Las Universidades Laborales gallegas | Feria del Libro | Modelos de Ulm | La ciudad invisible | Gerardo Salvador Molezún | Peregrinos | Mi pieza favorita | Bibliotecas de autor | Tiempos próximos

2012

Orfandad | Casa soñada | BAc 2 | Silencios | Música en las calles | Panoramas periféricos | Una silla con cintas de cuero | Cuaderno de Nueva York I | Cuaderno de Nueva York II | Cuaderno de Nueva York III | Cuaderno de Nueva York IV | Cuaderno de Nueva York V | Cuaderno de Nueva York VI | Cuaderno de Nueva York VII | Aniversario | Anuario Brigantino | La fachada oculta | Ancares | Liebster | Bajo un manto azul cerúleo | Maquetas | Alés | Conexiones

2013

Dónde | Estrellas | Tesis | Patrimonio Industrial | Nueve artículos y un curso | Patrimonio Marítimo | Centenarios | Culto en tránsito | Sota y Fisac (1954) | Cuarenta | En la sombra | Sin palabras

2014

Joaquín Cores | Jaque a la torre | Atlántida | Ábaco | Ucha y Tenreiro | Castañón | Piezas | Revelados | Escenografía industrial | Plazas | Reescrito | Conclusión

2015

Rodolfo Ucha Donate (1922-2015) | Utopía industrial | Matrioska visual | Aprender | Una casa europea | Revisando | XVII Jornadas INCUNA | Poblados industriales | Le Corbusier 2015-1965 | Guimarães | La lección del embalse | El gran mural de Labra | El cuaderno rojo 

2016

La estrella negra | Asuntos en Serie IV | La empresa fotográfica | La Roiba, 1967-80 | La Escuela americana | Sobre Sota | Graduación | San Pedro | La maqueta como arquitectura | En mi fin está mi principio

En mi fin está mi principio

Olafur Eliasson: Addis compass (2016)

Para poder ser quien aún no eres
debes seguir el sendero en que no estás.
Y sólo sabes lo que ignoras
y lo que no tienes es lo que tienes
y estás donde no estás.

El 17 de agosto del año 2006 publiqué la primera entrada de este blog. Un mes antes había terminado la carrera y encont este lugar para escribir sobre aquellos temas que me interesaran, creando un cuaderno personal y público a la vez donde comunicar noticias, apuntes e inquietudes. De algún modo, quería seguir descubriendo y aprendiendo.

Con el tiempo fue transformándose, ampliándose, mudando de aspecto... cambiando como la propia vida. Paralelamente fueron surgiendo otros espacios y ocasiones dónde escribir. Ahora, diez años después de su creación y con 180 entradas publicadas, me pareció apropiado darle término, con el deseo de que todo lo anotado quedara como testimonio de este proyecto compartido.

En varios textos anteriores traté el tema de los comienzos, un asunto recurrente en el oficio de arquitecto que siempre he considerado muy atractivo. Y, aunque pueden suceder muchos comienzos que no tengan un final, no existe un final sin un comienzo: ambos están irremediablemente ligados. Hace poco, en la defensa de una tesis que recuerdo con especial cariño, el ahora doctor recordó unos versos de T. S. Eliot que me ofrecieron una buena manera de terminar este recorrido, iniciado hace una década con otras palabras prestadas.

Lo que llamamos el principio es a menudo el fin
Y llegar al final es llegar al comienzo.
El fin es el lugar del que partimos.

T. S. Eliot, «Little Gidding», en Cuatro Cuartetos (1942)

La maqueta como arquitectura

Las viviendas de Sota en Alcudia para la exposición Compañeros de Oficio (2012)


En los primeros cursos de Arquitectura, nuestros mejores profesores de dibujo, al tiempo que nos enseñaron a construir con líneas sobre el papel, nos enseñaron a expresarnos a través de las maquetas. En ambos casos resaltaban su valor tangible, su concreción temporal y su utilidad como lugar de ensayo. Lo mismo que el boceto, la maqueta se revelaba como un excelente instrumento de análisis, representación y proyectación de la arquitectura.

Acompañé la presentación de mi proyecto fin de carrera con dos maquetas: una recogía el entorno inmediato al edificio, y había sido una pieza de trabajo presente desde los primeros croquis, recibiendo la evolución del proyecto. La segunda, que explicaba el interior y los espacios exteriores más próximos, fue elaborada por dos compañeros que ya entonces tenían una amplia experiencia en la construcción de arquitecturas a escala. Poco después decidimos montar un estudio juntos.

Recuerdo con mucho agrado aquellos años. Fue un tiempo de aprendizaje intenso, contínuo y, sobre todo, compartido. Muchos concursos, algunos encargos, y aquellas maquetas que seguían a nuestro lado. Había largas charlas y discusiones sobre cada material, cada junta, cada posibilidad. Aquellos profesores que nos habían enseñado buscaban ahora maquetistas especializados, y así fueron apareciendo trabajos mayores: exposiciones, restauración de maquetas, conferencias... El aprendizaje se había convertido en un oficio. Y ellos en unos maestros.

Hace poco trabajaron en la exposición de otro maestro. Me hablaron de todo lo que habían aprendido a su lado. Pensé que el cuidado por el detalle, el mimo y la precisión con la que empezaron a colaborar años atrás seguía presente, y que no dependía de la escala de la arquitectura. Después de varios años seguían trabajando con la misma ilusión, y seguían con las mismas ganas de aprender.

Durante estos últimos meses estuve recopilando imágenes para la exposición Cámara y modelo. Fotografía de maquetas de arquitectura en España, organizada como parte del proyecto de investigación FAME. En la introducción del catálogo, el comisario Iñaki Bergera escribió: «La maqueta, grande o pequeña, es la celebración anticipada, escultórica, física y material, de la idea de proyecto. Las arquitecturas de bolsillo, a escala, juegan a ser reales, a transformar lo irreal en realidad». Probablemente esta nueva etapa entre maquetas haya traido los recuerdos de aquella anterior, tan viva en esas pequeñas grandes arquitecturas.

San Pedro

Fotografía: Adolfo Enríquez

El número 10 de la revista Joyas de Galicia incluye «Una mirada a la ciudad contemporánea», un pequeño texto sobre el monte de San Pedro y su significado para la historia de A Coruña. Se trata de la segunda colaboración —la segunda mirada coruñesa— para esta publicación, después de la recogida en el número 8 sobre la casa Arambillet y su mirada modernista hacia a Europa.

En el texto recuerdo cómo la metrópolis, en su tránsito de la modernidad a la contemporaneidad, puso en diálogo los lugares históricos —aquellos con identidad, con memoria, portadores de significado— con un conjunto de zonas extrañas, imprecisas o deterioradas, como fábricas en desuso, terrenos vacíos y olvidados o neo-ruinas inexploradas. Supo sentir y aprovechar la oportunidad latente en estos espacios; reconocerlos, reconquistarlos e integrarlos como parte de su desarrollo convirtiéndolos en órganos vitales de la nueva ciudad.

En el monte de San Pedro se ponen de manifiesto dos de los ingredientes ignorados, incluso evitados y denostados por la ciudad histórica, que se incorporan en el proyecto de la ciudad contemporánea. Mientras una antigua zona de vertido de basuras, con una dramática historia en sus entrañas, se regenera como superficie de recreo en el vecino parque de Bens, las instalaciones militares obsoletas levantadas para contrarrestar ataques marinos y aéreos se transforman en el elemento patrimonial más reconocible del nuevo pulmón de la ciudad, logrando también un inédito mirador sobre ella.

Graduación


«Soledad era independencia, yo me la había deseado y la había conseguido al cabo de largos años. Era fría, es cierto, pero también era tranquila, maravillosamente tranquila y grande, como el tranquilo espacio frío en que se mueven las estrellas.»
Herman Hesse, El lobo estepario

Vivir los años como cursos conduce a relaciones extrañas con el tiempo. La magia de los comienzos se diluye en su mecánica repetición: las mismas formas, las mismas dudas, los mismos procesos que garantizan su continuidad. Solo en ocasiones aparece un gesto, una sonrisa, una timidez imprevista que desata la grandeza del universo que nace.

Resulta fascinante recorrer —con la melancolía de la retrospectiva— esos «pequeños grandes» universos: cada tutoría, cada encuentro, cada dibujo. Se construyen con la incertidumbre y lo inesperado, con las recomendaciones y las discusiones, con el entusiasmo y la ausencia. Se atesoran como los libros —propios y prestados— más queridos de la biblioteca.

Y más allá de los vestigios conservados en carpetas, la mayor riqueza es la propia vivencia, lo que ha permitido alejarse de las pautas y los presentimientos; lo que ha permitido descubrir, aprender y compartir juntos; lo que hace cada universo único e irrepetible. Ahora llega la emoción del final, donde se mezcla la alegría festiva del triunfo con la amargura de las despedidas. 

La belleza de ese universo, creado y perdido, permanece intacta, mientras el tiempo, con su extrañeza, sigue su curso. Como un sueño, como un suspiro, se desvanece... o permanece, como esa canción imborrable en la memoria, tan hermosa y sincera que sigue sonando eternamente, acompañando hasta un nuevo comienzo.

Sobre Sota

Pabellón de deportes de Pontevedra (Camilo Gómez. Archivo gráfico Diario de Pontevedra)

Con motivo del vigésimo aniversario de la muerte de Alejandro de la Sota, he escrito para Veredes el texto «La necesidad de maestros», dónde se van recorriendo década a década, desde los años sesenta hasta la actualidad, una serie de momentos que nos introducen en el magisterio sotiano.

A diferencia de otros artículos previos, más breves, he querido ensayar con una extensión mayor, evitar los nombres propios —más allá del homenajeado— y alternar los episodios conocidos con unas ideas generales acerca de la importancia —y de la necesidad— de los maestros.

El texto se acompaña de la foto realizada al arquitecto por Xurxo Lobato para su serie de retratos y entrevistas «Galegos na escaleira» que, en el caso de Sota, alcanza una especial relevancia, recordándonos el papel de la escalera como objeto esencial de proyecto en toda su obra.

Puede leerse aquí.

La Escuela americana


«Arquitectura importada y exportada en España y Portugal (1925-1975)» es el tema del X Congreso Internacional sobre Historia de la Arquitectura Moderna Española que estos días se celebra en la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Navarra. Junto a José Ramón Alonso hemos participado con «La presencia americana en la creación de la Escuela de Arquitectura de A Coruña», un trabajo que completa nuestra investigación sobre la historia de la Escuela, a través del estudio de las influencias llegadas desde el otro lado del Atlántico.

Como ya hemos indicado en anteriores trabajos, el proceso que conduce hasta la materialización de la Escuela se convierte en emblemático en tres aspectos: en su ideación programática, precedida de estudios realizados por consultores estadounidenses; en la selección de los arquitectos por parte de la Fundación Barrié, que opta por el encargo directo al estudio madrileño de José María Laguna Martínez y Juan Castañón Fariña y, finalmente, en el desarrollo del proyecto, que conduce a un resultado emblemático en sí mismo y dentro del conjunto de la arquitectura brutalista de su tiempo.

A todo esto se suma una importante presencia americana en el proceso; desde los contactos con personalidades como Arthur P. Coladarci, Decano de la Facultad de Educación de la Universidad de Stanford, y entidades como la Fundación Ford; hasta el nombramiento como consultores de los arquitectos estadounidenses John McLeod y Raymond Caravaty. Pero, más allá de esta presencia directa, aparece una amplia influencia de la arquitectura americana del momento, personificada en las figuras de Paul Rudolph, Clorindo Testa y Reginald Malcolmson. De Rudolph se importará la potente expresión constructiva, de Testa la monumentalidad otorgada a la concepción formal, y de Malcolmsom la singular estrategia estructural y espacial.

Analizar la dimensión y el valor de estas presencias americanas permite descubrir hasta dónde pudieron llegar las aportaciones de McLeod y Caravaty en las sucesivas propuestas elaboradas entre 1973 y 1975 para desarrollar todo un complejo universitario en la ladera del monte de A Zapateira, situado en las proximidades de A Coruña y cómo, partiendo de un modelo inicial que serviría para todos los edificios docentes, se termina conformando la Escuela de Arquitectura mediante un volumen autónomo de planta cuadrangular —con cuatro potentes vástagos de hormigón que soportan la totalidad de la edificación— y singularizándola como monumento.

La Roiba, 1967-80


Ediciones redfundamentos acaba de publicar La Roiba, 1967-80, un libro que surge a partir de la RE-construye La Roiba, el proyecto de micromecenazgo que ha permitido financiar la rehabilitación de una de las obras más relevantes de la arquitectura moderna española: la vivienda que el arquitecto Ramón Vázquez Molezún concibió para su familia, en Bueu (Pontevedra), junto a la playa que le da nombre.

Dentro de la cuidada edición llevada a cabo por Jesús Gallo, María Vázquez Molezún y Pablo Olalquiaga aparece el texto «Mareira», que elaboré hace unos años para Veredes —a partir de una primera versión publicada en este blog— y que ahora se une a otros ensayos sobre la casa y su autor. El libro incluye además la documentación original del proyecto y un recorrido por su historia hasta llegar a la su reciente rehabilitación.

La emotiva visita a la vivienda, que también fue el encuentro con la familia del arquitecto, quedará para siempre en el recuerdo, al igual que el haber participado en esta experiencia pionera, que servirá para mantener viva su arquitectura, como valoro en las últimas palabras del texto: «El singular refugio de Molezún se fue adaptando a los cambios, al paso de los tiempos y de las mareas, de las generaciones. El arquitecto trasladó allí sus conocimientos sobre la arquitectura naval y sus invenciones personales. En su casa sobre el mar, pintaba, salía a navegar y continuaba, año a año, perfeccionando su construcción como si fuera un barco. Hoy, esa casa anclada al final de la playa seguirá navegando, ahora con ayuda de todos».

La empresa fotográfica

brica Barreiros (Fotografía de Pando). Fototeca del Patrimonio Histórico

La Fundación Arquia ha publicado Fotografía y arquitectura moderna. Crónicas, protagonistas y relatos desde España, el libro que recoge aportaciones de los investigadores del proyecto FAME Fotografía y Arquitectura Moderna en España, 1925-1965 tratando de establecer un primer mapa crítico, teórico, documental e historiográfico sobre el protagonismo de la imagen en la construcción de la modernidad española. Este libro no pretende agotar el tema ni sus interpretaciones, sino presentar unas coordenadas básicas, generales y particulares, que sean útiles para cualquier futura investigación sobre los múltiples temas y facetas que esta apasionante simbiosis plantea.

Dentro del apartado «Episodios particulares en torno a la fotografía» colaboro con el capítulo «La empresa fotográfica: arquitectura industrial» en el que se analiza la importancia que la fotografía realizada por y para las empresas ha tenido en la arquitectura española, desde los fotógrafos pioneros que comienzan a trabajar en la década de los veinte hasta la reciente puesta en valor de los registros, archivos y fototecas de arquitectura industrial, pasando por fases tan relevantes como la labor publicitaria del Instituto Nacional de Industria, la evolución en la década del desarrollo o la manifestación de las fábricas como iconos de la modernidad.

La arquitectura del siglo veinte ha insistido en la relación fundamental entre el mundo fabril y las expresiones arquitectónicas, haciendo de la industria un referente continuo. Hace cien años Walter Gropius afirmaba que las construcciones industriales poseían una majestad sorprendente y una desconocida plenitud que no residía en lo vasto de sus dimensiones, sino en la visión clara y libre que tuvieron sus proyectistas. Recuperando las fotografías de las obras podemos descubrir las interesantes respuestas que los fotógrafos, estimulados por esa realidad industrial, supieron ofrecer con oficio y eficacia.


Asuntos en Serie IV


Entre las últimas entradas, muy pocas se han dedicado a cine, literatura o viajes, algunos de los temas que aparecían con frecuencia en los inicios del blog, junto a otros como música o aquellos dedicados a producciones para televisión, titulados en conjunto «Asuntos en Serie». Quizá sea interesante recuperarlos a lo largo de esta recta final.

Esta semana se estrenó la segunda temporada de El Ministerio del Tiempo, serie creada el año pasado por Pablo y Javier Olivares y que me ha devuelto un interés por la ficción española que no tenía desde Crematorio, aquella excelente adaptación de la novela de Chirbes realizada en 2011 por Jorge Sánchez-Cabezudo (curiosamente, ambas series tienen una importante relación con el mundo de la arquitectura).

El regreso se produjo con el capítulo «Tiempo de Leyenda», cuya trama no desvelaré, más allá de que gira en torno a la dialéctica que se produce entre historia y leyenda en uno de los personajes más significativos de nuestro pasado. Me ha interesado especialmente porque es una de las cuestiones presentes en el oficio de historiador, cuándo se debe analizar y valorar críticamente qué es lo real, lo documentado de modo científico frente a lo que se corresponde con un «relato basado en un hecho o personajes reales, deformado o magnificado por la fantasía o la admiración», tomando la definición del diccionario de la R.A.E. que, en la acepción de su sinónimo mito nos lo sitúa como aquella narración «que está fuera del tiempo histórico».

Los agentes del Ministerio, impulsados por la búsqueda del rigor histórico, llegan a una situación inesperada: plantearse la necesidad del mito, de la leyenda, por encima de la veracidad de los hechos —en ocasiones inexactos, incómodos o irrelevantes—. Karl Schögel afirmó que «los historiadores tenemos que demostrar cada proceso, cada acontecimiento, cada atmósfera, a partir de fuentes, tenemos que contar con fuentes, o como lo ha dicho Reinhart Koselleck, tenemos que tener un derecho a veto en todo», mientras que Joseph Campbell, uno de los referentes en los estudios de mitología, alertó sobre la dificultad de la fidelidad a la verdad, ya que «sólo se puede describir verídicamente a un ser humano describiendo sus imperfecciones». Así, el mito se convierte en una búsqueda de las potencialidades humanas, poniendo de manifiesto su necesidad e incluso su poder.

Al final, junto al ineludible escepticismo científico, aparece el mythos —la palabra, la historia—, y la legenda —lo que ha de ser leído— como hábiles herramientas de aproximación, de descubrimiento, de reflexión y —¿por qué no?— también de inspiración.

Imagen: El claustro con el pozo, parte de la mitología de El Ministerio del Tiempo

La estrella negra


Había comenzado a escuchar Blackstar hace unos días, poco antes de que llegara la noticia del fallecimiento de su autor. Desde entonces he estado recordando otros discos, otras canciones anteriores, y los momentos que los acompañaron. Esos momentos en que una melodía servía para generar una atmósfera, a veces tan lejana.

La música de Bowie tiene esa cualidad: un acorde, una frase, nos trasladan a lugares distantes. Lugares grabados también en nuestra vida, al descubrirlos y explorarlos cada cierto tiempo. Cuando hacía las primeras prácticas en un estudio, oíamos marchar al Mayor Tom casi todos los días, por un momento las líneas de la pantalla se desvanecían en el cielo y entonábamos su comunicación con la base de manera inconsciente. Varios años atrás, las horas sobre la mesa de dibujo se entremezclaban con las Hours... de Bowie y los CDs sonaban en bucle durante toda la noche: Heathen, Hours..., Earthling, Outside... a veces hasta Black Tie White Noise.

Cada uno de principio a fin, con sus altos y bajos, con sus historias. En algún caso, como en el «drama gótico no-lineal» de Outside, aparecía una narración completa, una banda sonora para una película imaginaria, lo que reforzaba su poder como constructor de ambientes, de espacios; «Stomping along on this big Philip Johnson»; «Looking across at Richard Rogers»... qué próximos estaban esos ojos de arquitecto. Así también quedarían grabados el trágico final de Seven y aquellas lecciones sucias del corazón tomadas también de Outside, Christiane y los chicos de la estación del Zoo de Berlín convertidos en héroes por un día o el perturbador recorrido por aquella carretera perdida interminable. Lynch ya había convertido a Bowie en el misterioso agente Phillip Jeffries para su primer regreso a Twin Peaks. «Funny how secrets travel...» puede ser una frase compartida por ambos David.

Recojo estas notas —y las todavía pendientes—, y pienso que de pocos creadores podría recordar tantas cosas. Dicen que esta Estrella Negra es un testamento musical y vital. También dicen que al escucharlo ahora, después de su muerte, cambia completamente. Es algo propio de las estrellas, algunas noches brillan de forma diferente.

Imagen: Fragmento del vídeo de Blackstar