Imagen: Flickr
Hace unos días leía la noticia de que el paso de cebra londinense de Abbey Road, famoso por su aparición en la portada del disco homónimo de los Beatles, había sido declarado por el gobierno británico como «lugar de importancia cultural e histórica», convirtiéndose en el primer paso de cebra en formar parte del conjunto patrimonial del país.
En la noticia se indicaba también que el paso que se puede atravesar en la actualidad, emulando a los cuatro Beatles, no es el original, ya que se produjo una reordenación del tráfico en la zona, trasladando los cruces peatonales y causando que las fotos que se pueden tomar en la actualidad difieran bastante de lo que se podía observar en la portada del año 1969.
Más allá del atractivo popular, que día a día sigue llevando a seguidores de la banda a fotografiarse sobre el paso de Abbey Road, al igual que se peregrina a otros lugares «sagrados» como el club The Cavern, podría ponerse en cuestión qué es lo que estamos considerando como patrimonio; protegiendo y transmitiendo hacia el futuro, pues estamos asumiendo la falta de veracidad e incluyendo valores más intangibles que documentales en el elemento a tutelar.
Gran parte de nuestro patrimonio edificado, desde catedrales o pasos de cebra, ha sido gravemente modificado a lo largo de la historia mediante intervenciones de mantenimiento, subsistencia, restauración, traslado, reconstrucción o destrucción, como bien explica el profesor José Ramón Soraluce en sus libros sobre Historia de la Arquitectura Restaurada, desdibujando los límites de cuestiones tan relevantes para el patrimonio como es la autenticidad o la capacidad documental.
Incluso desde las cartas del restauro internacionales se defiende la reconstrucción total de los monumentos cuando son destruidos por un conflicto armado o por desastres naturales, si existen motivos sociales o culturales excepcionales que están relacionados con la identidad de la comunidad; y el patrimonio intangible va tomando cada vez un peso mayor junto a lo tangible. Muchas veces, patrimonio material e inmaterial van unidos y, en el pequeño paso de Abbey Road, tenemos un gran ejemplo.
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