Cuando escribía el texto anterior recordaba aquel viaje a Berlín realizado a comienzos de esta década, dónde tan sólo algunos de mis compañeros llevaban una cámara digital. Hoy es raro ver a un viajero sin estar acompañado por su cámara digital, e incluso muchos portamos una diariamente, incorporada en nuestro teléfono móvil.
En una conferencia reciente, Jordi Pons, director del Museo del Cine de Girona, comentaba que la creación y difusión audiovisual, algo hasta hace poco tiempo reservado a unos pocos, está hoy al alcance de todos. Muchos adolescentes disponen de teléfonos móviles con los que pueden grabar vídeos, editarlos y publicarlos gratuítamente en internet, sin embargo la educación que se imparte en los colegios e institutos no contempla una formación adecuada en estos campos. ¿Cuántos jóvenes andan hoy con un lápiz o un bolígrafo en el bolsillo y cuántos con un teléfono móvil?
Esta semana, al entregar una maqueta en imprenta para su publicación, mantuve una breve conversación acerca del auge del libro electrónico como regalo durante estas fiestas. Entre otros asuntos, comentamos lo irónico que supone que un libro digital simule el paso de las páginas con una sencilla animación. Poco después me enteré de que la tienda virtual Amazon había vendido, por primera vez en su historia, más libros electrónicos que libros físicos durante los días previos a Navidad.
En un capítulo de Nuestra Señora de París, Víctor Hugo reflexionaba sobre los cambios que el gran invento de Gutenberg producía sobre la sociedad y la cultura de su tiempo. "El libro matará al edificio" presuponía el archidiácono de Notre-Dame cuando la nueva Biblia impresa comenzaba a subtituir a la Biblia de piedra, esa Biblia material que, junto con la oral, eran las únicas que el mundo conocía y entendía.
Varios siglos después, ni el libro ha matado al edificio, ni otros han matado al libro. Si hace quinientos años experimentamos los efectos de la reproductibilidad técnica, ahora estamos comenzando a sentir las repercusiones de la imparable reproductibilidad electrónica, y los próximos diez años seguirán trayendo muchos cambios en este sentido. Será interesante vivirlos y compartirlos.
Pues yo, aunque ecológica, me sigo decantando por un buen libro de papel. Además soy de las de lapiz y libreta permanentemente en la mochila, nunca sabes cuándo puede asaltarte esa idea que una vez pensada ya no podrás recuperar a no ser que la apuntes. Creo que los libros digitales pueden economizar mucho el acceso a la lectura, pero sigo prefiriendo el encanto de abrir un libro y que "huela" a nuevo. ^__^
Y por cierto, me encanta la foto que has adjuntado al post. No soy muy entendida en arquitectura moderna, pero la antigua me fascina.
Un saludo!!
Muchas gracias, Sonia. Aquí también amamos los libros de papel y podrás encontrar varias entradas sobre el tema. Intentaré seguir sorprendiendo entre lo antiguo y lo moderno.