Estos días últimos del año leía en la prensa la petición a las autoridades alemanas por parte de Egipto para la restitución del busto de Nefertiti. Cuando visité Berlín hace unos años, esa pequeña pieza se encontraba en el Museo Egipcio, contrastando la intimidad de su visita, su belleza directa y cercana, con otra muy distinta; la de la grandiosidad del vecino palacio y los extensos jardines de Charlottenburg.
Alejandro de la Sota presentaba su obra con un texto acerca de la belleza: "Está uno cansado de ver cómo se persigue la belleza y la bondad de las cosas (tal vez sean lo mismo) con añadidos embellecedores, sabiendo que no está ahí el secreto. Decía mi inolvidable amigo J. A. Coderch que si se supone que la última belleza es como una preciosa cabeza calva (por ejemplo, Nefertiti) es necesario haberle arrancado cabello a cabello, pelo a pelo, con el dolor del arranque de cada uno, uno a uno, de ellos".
Desde el año 2009, Nefertiti nos recibe en el Neues Museum, construido como extension del Antiguo de Schinkel por Stüler, discípulo suyo, en la Isla de los Museos. Los dos arquitectos intervendrán también en Charlottenburg, pero será en esa pequeña isla del centro de Berlín repleta de arte y rodeada por las aguas del Spree dónde dejarán dos de sus huellas maestras, ambas compartiendo la correcta y ordenada belleza neoclásica, siguiendo las pautas marcadas previamente por otras obras que acabarían entre las paredes de sus museos.
Frente a sus compañeros de la isla, el Neues Museum, sería gravemente dañado durante la Segunda Guerra Mundial y permanecería en ruinas hasta hace pocos años. En 1997 se convocó un concurso internacional para su restauración, ganado por David Chipperfield Architects. La belleza del nuevo Nuevo Museo vendrá dada precisamente por su evocación de la destrucción, de la ruina, ofreciendo una lectura material y temporal de todos sus estados; de la arquitectura como integración de arquitecturas.
Los últimos estudios realizados al busto de Nefertiti desvelaron una primera versión que el escultor desconocido decidió mejorar. El encargado de dejar constancia de la belleza de hace más de 3000 años decidió añadir una capa de estuco para adaptarla a los cánones estéticos de su época. La belleza era y es hoy adición y sustración, monumento y ruina, velados o desvelados a lo largo del tiempo. Decía Adorno que no se puede eliminar ni en lo bello ni en lo feo el momento de inmediatez: "Lo bello y lo feo no hay que hipostasiarlo ni relativizarlo; su relación se revela gradualmente, y ahí uno se convierte en la negación de lo otro. La belleza es histórica en sí misma, es lo que se escapa."
Bello y feliz año 2010.
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