Este fin de semana hemos participado en el II Congreso Pioneros de la arquitectura moderna española: aprender de una obra, organizado por la Fundación Alejandro de la Sota con el objetivo de estudiar obras de alto interés que puedan considerarse pioneras de nuestra arquitectura y que fueran realizadas por la generación de arquitectos nacidos en torno a las décadas de 1910 y 1920.
Al conocer el planteamiento del congreso decicimos que nuestra propuesta analizaría una obra de Juan Pedro Capote Aquino (Málaga, 1928), aprovechando la ocasión que se brindaba para volver a alguna de sus joyas arquitectónicas que nunca tuvieron una gran difusión editorial, como las dos gasolineras proyectadas para Madrid en el año 1962.
Los programas de esas estaciones de servicio se convirtieron para el arquitecto en un lugar idóneo para experimentar aquella dualidad entre «solidez y fragilidad» de la que nos hablaba Alejandro de la Sota. No fueron ocasiones para excesos estelares, menos aún para la obtención de medallas, sino que se transformaron en ejercicios capaces de seducir la mirada del espectador sensible. Algo tan simple como cubiertas ligeras, bajo las que había surtidores, aportaron modelos claros de éxito y decisiones valiosas que iban mucho más allá del uso previsto.
Las gasolineras levantadas en las calles de María de Molina y Doctor Esquerdo aportaron frescura arquitectónica y también representativa al panorama del momento, aunque ninguna de ellas haya logrado sobrevivir al paso del tiempo. En la actualidad, ambas han quedado enmascaradas bajo una banal envolvente empresarial, transmutándose en arquitecturas ausentes.
Realizar este trabajo nos ha servido para conocer mejor la obra de Capote y situarlo como uno de los protagonistas pioneros de la modernidad española, alejándolo de esas extrañas posiciones secundarias que fácilmente suelen conceder tanto la historiografía como el olvido. Redescubrir esta obra y a su autor nos permite redescubrir la vigencia de todos estos valores, patentes en esa imagen que hoy solo podemos conocer a través de fotografías y testimonios de la época.
Ha sido un fin de semana magnífico en compañía de amigos, que se ha hecho todavía más especial por la presencia de Juan Pedro en el congreso. Hoy, leyendo la carta que nos ha escrito en agradecimiento, solo he podido continuar emocionándome, al darnos las gracias por el cariño con el que habíamos estudiado sus proyectos. Somos nosotros los que debemos agradecer que haya lugares, amigos y maestros que te ofrezcan la posibilidad de seguir aprendiendo.
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