En el marco del I Congreso nacional pioneros de la arquitectura moderna española: vigencia de su pensamiento y obra, y junto a José Ramón Alonso, he querido recordar a uno de los autores más relevantes —también más desconocidos— de la recuperación de la modernidad: Juan Castañón de Mena (Madrid, 1903 - A Coruña, 1982). Su trayectoria es atípica y singular dentro de la arquitectura moderna española debido a su dualidad de militar y arquitecto.
Titulado por la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Madrid en 1940, inicia su labor profesional en la oficina técnica de la Dirección General de Regiones Devastadas, ocupándose de la reconstrucción de Villanueva de la Cañada (Madrid). Allí concibe un ambicioso proyecto para el pueblo, ubicándolo en un nuevo emplazamiento y empleando para la construcción técnicas tomadas de la arquitectura tradicional, como el tapial o las bóvedas tabicadas.
En Regiones Devastadas coincide con el que se convertirá en su socio profesional: Alfonso Fungairiño Nebot, estableciendo su estudio en la madrileña calle de López de Hoyos, realizando en la capital proyectos residenciales y edificios singulares como la Escuela de Ingenieros Navales en la Ciudad Universitaria (1941-1948) o la iglesia de las Siervas de Santa María (1954) en Ciudad Lineal.
Sobrino político del banquero y «capitán de la industria» coruñés Pedro Barrié de la Maza, se convierte en el arquitecto de confianza para materializar sus ideas, desarrollando en Galicia una fecunda producción arquitectónica vinculada a los aprovechamientos hidroeléctricos promovidos por la empresa Fuerzas Eléctricas del Noroeste (FENOSA) —fundada por Barrié—, incluyendo la sede central en A Coruña (1961) y los edificios de las centrales de Belesar, Velle, Castrelo y Frieira (1960-1963). En todos estos proyectos Castañón se muestra inmerso en la arquitectura de su tiempo y al tanto de sus preocupaciones, con una obra autodidacta y erudita que evidencia en su purismo formal una clara vinculación con el magisterio de Mies van der Rohe y una firme apuesta por la industria y el desarrollo de la construcción como bases de la arquitectura.
En los edificios de las centrales, con Belesar como paradigma, se enfrentó a la potencia brutalista y corbusieriana de la obra de hormigón de la presa con una arquitectura delicada y precisa, logrando un excepcional resultado plástico basado en el contraste entre trasparencia y opacidad que repetirá a escala menor en las siguientes obras de Velle, Castrelos y Frieira, con un sabor manierista y epigonal que supone el final de su carrera profesional como arquitecto.
Le Corbusier, en sus épicos textos: Vers une architecture (1923) y Urbanisme (1925), había defendido la nueva arquitectura y el nuevo urbanismo dentro de un espíritu nuevo: de un Esprit Nouveau. Y había hecho una especial referencia a «los capitanes de la Industria» y a «los ingenieros», como las dos grandes locomotoras que podían mover y llevar adelante el mundo nuevo imaginado. No por casualidad, una de las obras escogidas, emblemáticas de este nuevo espíritu, era una presa: un inmenso embalse en construcción en los Alpes, «en el fin del mundo, lejos de toda estación y de todo camino», afirma. «Una obra semejante —dice— es la grandiosa premisa de los tiempos próximos». Y concluye: «He aquí la lección del embalse».
Belesar, como esa presa alpina corbuseriana es el emblema del espíritu nuevo, del «espíritu de la modernidad». Y Castañón, como ejecutor de ella, podemos decir, con palabras de Le Corbusier, que «es uno de esos hombres, muy poco comunes, que siempre controlan con rigor, con precisión, y que nunca han cometido un solo fallo». «El gran capitán del embalse», le llama.
Titulado por la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Madrid en 1940, inicia su labor profesional en la oficina técnica de la Dirección General de Regiones Devastadas, ocupándose de la reconstrucción de Villanueva de la Cañada (Madrid). Allí concibe un ambicioso proyecto para el pueblo, ubicándolo en un nuevo emplazamiento y empleando para la construcción técnicas tomadas de la arquitectura tradicional, como el tapial o las bóvedas tabicadas.
En Regiones Devastadas coincide con el que se convertirá en su socio profesional: Alfonso Fungairiño Nebot, estableciendo su estudio en la madrileña calle de López de Hoyos, realizando en la capital proyectos residenciales y edificios singulares como la Escuela de Ingenieros Navales en la Ciudad Universitaria (1941-1948) o la iglesia de las Siervas de Santa María (1954) en Ciudad Lineal.
Sobrino político del banquero y «capitán de la industria» coruñés Pedro Barrié de la Maza, se convierte en el arquitecto de confianza para materializar sus ideas, desarrollando en Galicia una fecunda producción arquitectónica vinculada a los aprovechamientos hidroeléctricos promovidos por la empresa Fuerzas Eléctricas del Noroeste (FENOSA) —fundada por Barrié—, incluyendo la sede central en A Coruña (1961) y los edificios de las centrales de Belesar, Velle, Castrelo y Frieira (1960-1963). En todos estos proyectos Castañón se muestra inmerso en la arquitectura de su tiempo y al tanto de sus preocupaciones, con una obra autodidacta y erudita que evidencia en su purismo formal una clara vinculación con el magisterio de Mies van der Rohe y una firme apuesta por la industria y el desarrollo de la construcción como bases de la arquitectura.
En los edificios de las centrales, con Belesar como paradigma, se enfrentó a la potencia brutalista y corbusieriana de la obra de hormigón de la presa con una arquitectura delicada y precisa, logrando un excepcional resultado plástico basado en el contraste entre trasparencia y opacidad que repetirá a escala menor en las siguientes obras de Velle, Castrelos y Frieira, con un sabor manierista y epigonal que supone el final de su carrera profesional como arquitecto.
Le Corbusier, en sus épicos textos: Vers une architecture (1923) y Urbanisme (1925), había defendido la nueva arquitectura y el nuevo urbanismo dentro de un espíritu nuevo: de un Esprit Nouveau. Y había hecho una especial referencia a «los capitanes de la Industria» y a «los ingenieros», como las dos grandes locomotoras que podían mover y llevar adelante el mundo nuevo imaginado. No por casualidad, una de las obras escogidas, emblemáticas de este nuevo espíritu, era una presa: un inmenso embalse en construcción en los Alpes, «en el fin del mundo, lejos de toda estación y de todo camino», afirma. «Una obra semejante —dice— es la grandiosa premisa de los tiempos próximos». Y concluye: «He aquí la lección del embalse».
Belesar, como esa presa alpina corbuseriana es el emblema del espíritu nuevo, del «espíritu de la modernidad». Y Castañón, como ejecutor de ella, podemos decir, con palabras de Le Corbusier, que «es uno de esos hombres, muy poco comunes, que siempre controlan con rigor, con precisión, y que nunca han cometido un solo fallo». «El gran capitán del embalse», le llama.
Imagen: Edificio de la central de Belesar / Gas Natural Fenosa
No conocía a Castañón: a raíz de conocerlo aquí, vuelvo a decir lo que creo que ya he escrito en otros comentarios de este blog: ¡cuantos arquitectos buenos modernos hubo durante el franquismo! Muchos de ellos (también los luego desconocidos como maestros, formados en Regiones Devastadas (Y eso que nos perdimos a la mitad, los de la parte represaliada). Un abrazo, AM