Fotografía: Martín Rey (Flickr)
No le gustaba utilizar las palabras casa o vivienda. Prefería usar refugio. Un refugio que condensara al mismo tiempo su mundo técnico y formal y su mundo familiar y humano. El arquitecto Ramón Vázquez Molezún escogió personalmente el lugar para emplazarlo, sobre la zona de desechos de una antigua fábrica de salazón, en el extremo de la playa de Beluso (Bueu, Pontevedra). Era el verano de 1967.
La construcción se hizo con los caminos y muros existentes, con la luz y los vientos. Con la ría siempre presente. La modernidad como mínima intervención, como el uso práctico y preciso de los materiales. Luis Miquel lo expresó de un modo adecuado: «...esta casa no tiene ninguna gana de salir en las revistas sino más bien de salir al mar...» La arquitectura se hizo inseparable del paisaje.
Hoy el refugio sigue vivo. Se ha adaptado a los cambios, al paso de los tiempos y de las mareas, de las generaciones. Ricardo Aroca escribió que Ramón había cambiado tantas piezas de su barca que ya no quedaba ya ningún trozo de madera original, pero no obstante seguía siendo la misma barca. Sucede lo mismo con la casa varada sobre la playa. Allí trasladó todos sus conocimientos sobre la arquitectura naval y sus invenciones personales.
Ramón y su familia regresaban a Beluso cada verano, a veces en navidades, hasta su fallecimiento en el año 1993. Allí pintaba, navegaba y seguía perfeccionando su construcción. Su mujer, Janine, me comentó que sentía mucho que Ramón no hubiese disfrutado más tiempo del refugio que había proyectado. Y que cuando alguien se interesaba por la autoría de su obra, le respondía: «–¿El arquitecto? –No, yo sólo soy el carpintero».
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