Susurros


En una ocasión comentó Jeff Koons que, hace varios siglos, al artista le bastaba con susurrar al oído del rey o del papa para obtener consecuencias políticas, mientras que, en la actualidad, había que susurrar a los oídos de millones de personas.

La semana pasada Vicente Molina Foix publicó en El País un artículo titulado Visita a la "Sala Barceló" en Ginebra. En él analizaba la reacción a la recién inaugurada obra del artista mallorquín en el edificio de las Naciones Unidas señalando que, sin encargos como ese, no tendríamos hoy la mayoría del arte más glorioso del pasado: -¿Nos gusta siempre el éxito? Nos gusta casi siempre, pero casi nunca su coste. ¿Cuánto costó El Escorial, cuánto el Pompidou?- Se pregunta Molina Foix.

Los libros de Historia del Arte y de Historia de la Arquitectura están repletos de obras cuyo coste económico ha sido tan importante en el momento de su producción como el valor artístico y cultural que han alcanzado con posterioridad. ¿Sucederá lo mismo con las onerosas creaciones de nuestra época cuyo éxito mediático ha sido ya garantizado?


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