Cuenta Ray Loriga que los nazis quemaban libros, pero no por falta de espacio. Pensaban matar con el fuego todo aquello que sobrevive a la muerte del enemigo. En la Bebelplatz berlinesa, a escasos metros de Unter den Linden, un monumento pasa prácticamente inadvertido. Se trata de un espacio enterrado de escasas dimensiones, con un único hueco superior: Una habitación que contiene estanterías vacías que podrían albergar los 20.000 libros quemados sobre la plaza la noche del 10 de mayo de 1933. Montag, el bombero de Farenheit 451, provocaba incendios con la intención de quemar libros, porque leer impide ser felices, porque llena de angustia, porque al leer, los hombres empiezan a ser diferentes cuando deben ser iguales. Era estupendo quemar. En el prefacio del libro, escrito 40 años más tarde, Ray Bradbury cuenta que no hace falta quemar libros si el mundo empieza a llenarse de gente que no lee, que no aprende, que no sabe.
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Sería una tragedia, pero creo que el hambre de conocimiento, hambre constante, como describió Amelie Nothomb en su Biografía del Hambre.
Entronca con el arból de la vida y del conocimiento? pues pienso que sí.
además ser iguales no implicaría una búsqueda entre la diferencia en pos de las contingencias de lo múltiple, graciñas por esos trocitos de pensamientos.