Finaliza el año identificado como el centenario de los maestros de la arquitectura española, al cumplirse un siglo del nacimiento de importantes nombres cuyo legado ha sido ampliamente reconocido como aportaciones fundamentales para el asentamiento y desarrollo de nuestra modernidad arquitectónica.
Sin embargo, no fueron los únicos que se ocuparon de esa tarea. A su lado, haciendo la historia de modo colectivo, nos encontramos con otros autores que, con sus pequeñas y grandes aportaciones, lograron cambiar el cariz total del mundo, trabajando como una generación a la manera orteguiana.
Frente a los nombres recordados —en 2014 será José Luis Fernández del Amo, otro de los grandes maestros—, aparecen —o, más bien, desaparecen— otros muchos nombres. Un viejo amigo empleó el término de maestros «en la sombra». Una definición que me parece muy apropiada por todas las connotaciones que puede tener esa sombra —y más todavía en arquitectura—. Nombres oscurecidos o desvanecidos en la historia, nombres eclipsados por otros nombres, incluso nombres enmudecidos por voluntad propia. Todos ellos forman parte de la historia y todos, de alguna manera, construyeron la historia.
Recientemente se ha publicado el libro Maestros en la sombra, fruto de una serie de conferencias organizadas por la Fundación Amigos del Museo del Prado dedicadas a maestros de la pintura olvidados o ignorados por diversas razones. La luz que arrojan los distintos ensayos sobre su obra y pensamiento permite, no sólo descubrir la importancia de su recorrido personal sino entenderlo como parte de un conjunto, de un trabajo colectivo heterogéneo e integrador.
Trasladando esta idea a la arquitectura, resulta admirable iluminar las trayectorias de nuestros maestros al margen porque, como advierte Miguel Zugaza en la introducción del libro: «Pocos fulgores resultan tan brillantes como los que surgen de las sombras».
Imagen: La oscuridad de La huida a Egipto (1609) por uno de los maestros «en la sombra», Adam Elsheimer.
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