Plutón está muerto. La misma semana que los satélites de la NASA fotografiaban los incendios forestales que aparecían en Galicia, señalándolos con grandes puntos brillantes, otro punto desaparecía del universo. Nombrado a partir de un dios del inframundo de la mitología romana, el hasta ahora último planeta del sistema solar ha dejado de serlo, y todo por una indefinición en la clasificación de estos cuerpos celestes. Resulta irónico que cuando más se está hablando de globalización, aún desconocazmos que es un planeta. Los 4.400 millones de kilómetros que nos separaban del vecino más lejano era una distancia inmensa, pero había ocupado una posición de límite, acotando el espacio más próximo que asimilamos desde niños. El día que perdimos a Plutón ese espacio se volvió más abierto, más desconocido. "Plutón está muerto" exclamó Michael Brown, astrónomo del California Institute of Technology, en los titulares del viernes 25 de Agosto. El mismo día que Bob Dylan afirmaba, unas líneas más abajo, que la música llevaba muerta varias décadas.
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Requiem por Plutón
Plutón está muerto. La misma semana que los satélites de la NASA fotografiaban los incendios forestales que aparecían en Galicia, señalándolos con grandes puntos brillantes, otro punto desaparecía del universo. Nombrado a partir de un dios del inframundo de la mitología romana, el hasta ahora último planeta del sistema solar ha dejado de serlo, y todo por una indefinición en la clasificación de estos cuerpos celestes. Resulta irónico que cuando más se está hablando de globalización, aún desconocazmos que es un planeta. Los 4.400 millones de kilómetros que nos separaban del vecino más lejano era una distancia inmensa, pero había ocupado una posición de límite, acotando el espacio más próximo que asimilamos desde niños. El día que perdimos a Plutón ese espacio se volvió más abierto, más desconocido. "Plutón está muerto" exclamó Michael Brown, astrónomo del California Institute of Technology, en los titulares del viernes 25 de Agosto. El mismo día que Bob Dylan afirmaba, unas líneas más abajo, que la música llevaba muerta varias décadas.
Wolfzeit

Existe en la mitología nórdica y centroeuropea un concepto que recibe el nombre de "El tiempo del lobo". Es un período que tiene lugar al final de la historia, durante el cual se trastocan las valores que caracterizan al ser humano y caen las más altas torres del conocimiento. El caos se apodera de todo. También recibe ese nombre el momento entre la noche y la aurora, cuando el sueño es más profundo, y cuando los peores temores acosan a los insomnes.
Existen varias obras artísticas inspiradas en ese período, por ejemplo las películas "Le temps du loup" de Michael Haneke, o "La hora del lobo" de Ingmar Bergman son sólo dos ejemplos en las que el hombre, bien como colectivo o como ser individual, se enfrenta a una incipiente catástrofe al tiempo que se derrumba a su alrededor un mundo que antes parecía totalmente controlable.
Desconozco si nos encontramos en una moderna edad de lobos, aunque los avances cada vez más vertiginosos tanto de la ciencia como de la tecnología nos llevan hacia un punto en el que "la vida y la muerte, lo real y lo imaginario, el pasado y el porvenir, lo alto y lo bajo, cesan de ser percibidos como contradicciones", como escribía André Bretón en el Segundo Manifiesto del Suerrealismo. Si nociones tan básicas como "progreso" son superadas, es difícil hablar de futuro. Incluso cabe dudar de un presente que se reduce a ver pasar imágenes frenéticas dónde se suceden a velocidades indeterminadas conceptos, estilos, tendencias... que reducen lo que conocemos como historia a simples noticias obsoletas.
Si, como afirma Bruno Latour, la única verdad es "lo que circula", los cimientos del conocimiento tradicional empiezan a tambalearse. Como sujetos, los modos de ser y estar en el mundo se están distanciando, cada vez más, de las modalidades típicamente modernas de ser y estar en el mundo. La cultura, el arte, la comunicación, incluso las cosas más materiales como nuestro dinero se encuentran en un emplazamiento virtual, inestable, en constante movimiento. Nuestras propias fotos, nuestra música, libros y diarios tienden a ser un conjunto de electrones sin ningún emplazamiento físico.
La razón mas obvia para que un lobo aúlle es para mantenerse en contacto; es difícil pensar en alguna manera mejor de comunicación entre los miembros de la manada cuando se está en un área forestal muy densa. Este espacio virtual recibe su nombre de una reflexión en una época con una densa ausencia de límites.
La traición de los museos

En realidad, un museo de arte contemporáneo es, desde su planteamiento inicial, una contradicción: Por una parte, la palabra museo nos remite a un lugar dónde se almacenan objetos para ser examinados, conservados, en cierta manera, congelados en el tiempo. Por otra, el arte contemporáneo reclama convertirse cada vez más en algo más conceptual, público, y muchas veces efímero, llegando incluso algunos autores a confirmar “el fin del arte”.
Los avances tecnológicos actuales permiten el acceso desde prácticamente cualquier lugar del mundo a un inmenso museo virtual que contiene todo el arte de la historia, generando un nuevo tipo de museo virtual, una estructura intangible dónde los creadores contemporáneos edifican sus parcelas y dónde cualquier individuo puede convertirse en autor, como reclamaban muchos artistas. La posibilidad de un fácil y libre acceso a esa información y de generar nuevas formas artísticas digitales justifican la presencia cada vez más importante de las mediatecas en el panorama museístico contemporáneo.
El museo actual ha querido buscar otros caminos alternativos, complementarios al espacio expositivo, por citar algunos: ciclos de actividades periódicas como conferencias, cine, música, talleres didácticos y de creación, zona de consulta de libros, revistas e internet, tiendas y cafeterías, etc. y además seguirá siendo el lugar dónde cada persona pueda tener un encuentro directo, vivo, con la obra de arte. Debería ser un lugar acogedor, dónde lo más importante sea lo expuesto en su interior y no el propio museo, y que su presencia en una ciudad sea la de un organismo vivo que se abra a la gran diversidad de manifestaciones artísticas contemporáneas y al barrio que lo acoja, desdibujando las fronteras entre lo privado y lo público, entre la obra de arte y la cultura de lo cotidiano.
Asuntos en Serie I

Uno de los protagonistas de la serie House, sin tanto carisma como el doctor, pero que posiblemente le gane en minutos de pantalla es el Princeton Plainsboro Teaching Hospital. Esta institución es totalmente ficticia, creada expresamente para la serie, aunque con pequeños matices: realidad y ficción se entrecruzan para disfrute del espectador curioso: El edificio que vemos en la serie también es una escuela universitaria. Se trata de un edificio proyectado en 1908 por el arquitecto Henry Hardenbergh para albergar los laboratorios de física del nuevo campus de Princeton (New Jersey) originariamente en forma de H siguiendo los trazados académicos y en un lenguaje neogótico de piedra y ladrillo como otros muchos edificios universitarios de la época.
En el año 2000, el arquitecto Robert Venturi, posiblemente más famoso internacionalmente por sus teorías sobre arquitectura que por sus obras, diseñó la ampliación del edificio, cerrando los extremos de la H con dos nuevas construcciones: un pórtico y un nuevo frente edificado que es la zona que más se puede observar en la serie. El autor de Complejidad y Contradicción en la Arquitectura buscó relacionarse con el edificio existente a través su material y lenguaje: empleando el mismo tipo de ladrillo en las fachadas y hormigón pulido en el zócalo del edificio, manteniendo las líneas fundamentales de composición del edificio de 1908 y ocultando bajo el terreno los espacios del programa que podían tener una presencia más rotunda, como un auditorio. El edificio se destina desde el año 2000 a un centro de usos múltiples dentro del campus y los espacios interiores que vemos en la serie no se corresponden con los reales, aunque muchos de ellos han sido inspirados por el edificio de Venturi, como la cafetería o los despachos del doctor Wilson y el doctor House.
Ficciones Urbanas

En un viaje realizado por Europa en 2003, la artista china Xing Danwen observó los efectos que la globalización está produciendo en las ciudades, generando unos paisajes urbanos sin carácter ni identidad. En su última obra, un proyecto en desarrollo desde el año 2004 titulado Urban Fiction, la artista realizó fotografías de las maquetas que los promotores inmobiliarios utilizan para mostrar sus proyectos en China, habitados por personajes solitarios perdidos entre la inmensidad de construcciones, enfrentando sus vidas intensas y reales a la monotonía y frialdad de una ciudad genérica. Son espacios que ya están colonizando también nuestras ciudades, dónde se ignora el carácter propio del lugar, dónde los habitantes viven ausentes y ensimismados, ocultándose del vecino con un muro ciego o en una colmena interminable. ¿Son estos los espacios que nos depara el futuro? ¿Qué queda si se elimina la identidad? ¿Cuánto de ficción y cuánto de realidad poseen nuestras ciudades?
Vibraciones

OLAFUR ELIASSON
Más información en: www.olafureliasson.net y www.fundacion.telefonica.com